BIENVENIDO/A A ESTA PÁGINA DEDICADA A LA CULTURA, EL ARTE Y LA FILOSOFÍA. . .

"Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo." Benjamín Franklin


"Todo lo que se llama estudiar y aprender no es otra cosa que recordar" Platón


El presente espacio pretende ser una invitación al sano ejercicio de la REFLEXIÓN. Abarcando muy diversos temas, unidos por puntos en común como la CULTURA, el ARTE y la FILOSOFÍA. Esperando que algún tema de interés, sea la semilla que invite a indagar, buscar e investigar más profundamente y de forma personal aquello que nos cautive.

Podemos dejar de ESTUDIAR, pero nunca dejaremos de APRENDER. . .

Dr. R. J. Couvert

jueves, 14 de octubre de 2010

ARTE LITERARIO. . . y Reflexivo.


 Lector, ¡hasta de teólogo haré alarde!
Con Juan, con Margarita y con María
tuve ayer, a las cuatro de la tarde
una gran discusión de teología.

Nunca estudié esa ciencia ni me viste
en tratos con los sabios tonsurados,
ni tuve como muchos "noche triste"
ni conozco los cánones sagrados.

Pero tienen los niños unas cosas
y hacen tales preguntas a su modo,
que entre muchas misiones peligrosas
tiene un papá la de explicarlo todo.

Pregunta existe que en su fondo encierra
un gran caudal de ciencia comprimida:
¿Por qué nacen los hombres en la tierra?
¿Cómo vienen los hombres a la vida?

¿Quién ha clavado el sol en el espacio?
¿Quién construyó tal alta la montaña?
¿Por qué enferma el que vive en un palacio
y está sano el que habita en la cabaña?

Y otras cuestiones con diversos temas
sacados de dos mil filosofías,
que llaman en las cátedras: problemas,
y en el hogar se llaman niñerías.

La primera razón en ciencia y artes
la adquiere el niño en la materna falda.
¿Dónde está Dios? En todas partes.
Tal dice el catecismo de Ripalda.

Pero esto que al principio satisface
por ser la solución fácil y nueva,
después no le conforma, no le place,
busca el último análisis: la prueba

Ayer, hablando en el idioma llano
que en nada amengua el paternal respeto,
después de que Margot tocó en el piano
un fácil pot-pourrí de Rigoletto,
se vino a mi con intención pensada
y así como entre veras y entre chiste,
me dijo a mis rodillas apoyada:
¿Tú me vas a probar que Dios existe?

Ante cuestión tan ardua, lo confieso,
me sentí confundido, anonadado,
y por ganar el tiempo, le di un beso,
saqué un cigarro y me quedé callado.

Margot me contempla con fijeza
y sin chistar, pendiente de mis labios,
creyendo al ver desnuda mi cabeza
que cuantos calvos hay, todos son sabios.

Oyeron sus hermanos la pregunta
y dejando muñecas y tambores
sentados gravemente, como en junta
a discutir se sientan los doctores.

Me clavaron cual dardos sus miradas,
y con gran confusión, perdido el tino,
diserté con razones no pensadas
sobre la Summa de Tomás de Aquino.

¿La razón natural? No era argumento.
¿Intuición? ¡Qué misterio tan profundo!
Era preciso hallar en el momento
lo que entiende y acepta todo el mundo.

Mira, dije a Margot, tienes delante
los papeles que Juan llenó de trazos,
con ellos voy a hacer en un instante
más de dos centenares de pedazos.

Llévalos y con ellos en tu alcoba
formas una montaña de manera
que no pueda ni el viento ni la escoba
cambiar su forma, ni sacarlos fuera.

Pon gran seguridad, el caso es grave,
cierra puertas, rendijas y ventanas,
y sin prestar a tu papá la llave
dejemos que transcurran dos semanas.

El término se vence, llega el día
en que abrimos la puerta con anhelo
y encontramos tú y yo, Juan y María,
regados los papeles en el suelo.

¿Quién podrás figurarte que habrá sido?
Dije aquí terminando mis razones.
Y los tres, declarándome vencido,
exclamaron a coro: ¡los ratones!

Los ratones, muy bien; pero si hallamos
que con esos pedazos que pusiste
se ha formado en la alfombra que pisamos
un letrero que dice: DIOS EXISTE.

¿Diréis que los ratones lo pusieron?
¿Diréis que el viento lo escribió a su paso?
¿Diréis que los papeles se movieron
o que el letrero lo formó el acaso?

Y me responde Juan, que es el más tuno,
con infantil serenidad que arroba:
Ese letrero nos lo puso alguno
que sabiendo escribir, entró en la alcoba.

Ya, sólo alguno que escribir supiera
y que pudiese entrar, muy bien los has dicho,
nada pudiera ser de otra manera
ni las cosas se forman al capricho.

Pues todo en negra alcoba imaginaos,
que estuvo en el desorden más profundo.
Y en esa alcoba oscura, que fue el caos,
pusieron un letrero: que fue el mundo.

¿Quién entró allí dejándonos por huellas
fértiles tierras, montes seculares,
brillando en el espacio las estrellas,
rugiendo siempre los profundos mares?

¿Quién encendió allí el sol? ¿Quién hizo al hombre?
¿Quién le dio voluntad y pensamiento?
¡Pues ese es Dios! Se encierra en ese nombre
cuanto ignoran la ciencia y el talento.

No sé cómo será, nadie lo sabe,
está del hombre en la conciencia escrito,
y no hay astro ni flor que no lo alabe
con su luz o su aroma en lo infinito.

No hay obra sin autor y el que ha creado
cuanto de forma y de color reviste,
ese se llama Dios, y está velado
a los ojos del hombre, pero existe. 
















J. de D. P.